lunes, 3 de abril de 2017

PR-MU 29 Sendero de las Brujas (Alcantarilla)

Museo de la Huerta, una visita muy recomendable.
Alcantarilla es pueblo de brujas, aunque el origen de esta tradición es incierto, como puedes ver aquíaquí (de la mano de los amigos de Descubriendo Murcia).
Dicho queda únicamente por justificar el curioso nombre de esta ruta senderista. Y es que el sendero en sí, la verdad, no es especialmente bonito. Es cierto que tiene algunos puntos de interés, pero al tratarse esencialmente de una ruta urbana y periurbana, el carácter natural que buscamos los amigos del senderismo apenas tiene cabida aquí.
A cambio, pasaremos por algunos elementos patrimoniales bastante destacables, encabezados por la impresionante Rueda de Alcantarilla, ubicada junto al Museo de la Huerta, cuya visita es más que recomendable.
Y dado que vivo a escasos 300 metros de aquí, es lógico que haya realizado esta ruta unas cuantas veces, por tenerla tan a mano. Así que el otro día me apeteció volver a recorrer sus 12 kilómetros, empezando precisamente frente a la Rueda (el punto de inicio "oficial" está junto a la piscina municipal, donde hay una gran explanada en la que se puede aparcar). Está muy bien señalizada, de manera que no me voy a entretener en indicar cada cruce, limitándome a una somera descripción.
Paisaje industrial y urbano desde el Cabezo Verde.
Arrancando desde este lugar vamos a pasar por una fea escombrera para cruzar la vía del tren por un túnel y salir a un polígono industrial. Desde luego el comienzo no es nada prometedor. Siguiendo las marcas blanca y amarilla del PR subiremos al Cabezo Verde, habilitado para paseos peatonales. Desde aquí tenemos buenas vistas de Alcantarilla y la ciudad de Murcia, así como sierras circundantes (Ricote, la Pila, Espuña, Orihuela, Abanilla, Valle y Carrascoy, etc.).
Eso sí, hay que estar muy pendientes, ya que la buena señalización no significa que esté todo lo visible que uno deseara, y en algunos cruces costará encontrar la siguiente. Paciencia y atención, porque están ahí.
Finalmente bajaremos a unas instalaciones deportivas (¡OJO! no al campo de fútbol que veremos desde arriba), al polideportivo y al Hospital de San José, para llegar al cementerio por otra calle de naves industriales nada atractivas.
Telaraña metálica en el Parque de la Aviación.
Bordeando un colegio llegamos al Barrio de San José Artesano, a cuyo final caminaremos sobre el túnel de la autovía entre respiraderos del mismo. Salimos a la redonda de Sangonera la Seca (la del avión militar), y cruzamos para subir sobre la vía y bajar hasta las inmediaciones del Decathlón. Volvemos a entrar en terreno urbano por el Barrio de las Tejeras (quizás el más castizo de Alcantarilla), pasando por la Ermita Nuestra Señora de la Paz (acosada de cables y postes eléctricos), saliendo al Camino de los Romanos y llegando a un jardín que nos sacará a la piscina municipal mencionada al principio.
Estamos cerca del Paraje de la Voz Negra (más info aquí), pero la ruta nos lleva al Parque de Cayitas, donde se encuentra una gran chimenea y el antiguo edificio de la Inquisición. Callejeamos hasta que pasamos bajo otra gran chimenea de la industria conservera que en su día hubo en la localidad. Vamos a salir de Alcantarilla por zona de huerta para cruzar la Carretera de Alcantarilla y entrar a la pedanía murciana de Puebla de Soto hasta la Acequia de Barreras, tras la cual la acompañaremos hasta desembocar en la carretera, cruzando a la mota del río Segura, yendo por ella a contracorriente hasta que veamos la coqueta Ermita de Nuestra Señora de la Salud, junto al paraje del Agua Salá.
Huerta tradicional.
En la salida a la carretera, de nuevo frente a la Rueda de Alcantarilla, finaliza este recorrido circular apto para todos los públicos, únicamente interesante para aquellos maniáticos empeñados en realizar senderos de pequeño recorrido homologados (como yo) que no vivan demasiado alejados de Alcantarilla.

FICHA TÉCNICA:
FECHA DE REALIZACIÓN: 27 de marzo de 2017.
RECORRIDO: Rueda de Alcantarilla-Rambla de las Zorreras-Residencial Cabezo Verde-Polideportivo-Barrio San José Artesano-Monumento Aviocar-Barrio de las Tejeras-Ermita Virgen de la Paz-Parque de Aviación-Piscina cubierta-Plaza Cayitas-Chimenea fábrica de conservas-Paraje Pavos Reales-Puebla de Soto-Mota del río-Agua Salá-Ermita Virgen de la Salud.
DISTANCIA TOTAL: 12 kms. (aproximadamente).
TIEMPO: 2 horas y media.
DESNIVEL: 78 metros (aproximadamente).
DIFICULTAD: Baja.
DE INTERÉS: La Rueda de Alcantarilla y el Museo de la Huerta; algunos barrios castizos; el Paraje Pavos Reales (huerta); la Acequia de Barreras; la mota del río Segura y la Ermita de Nuestra Señora de la Salud.
MÁS INFORMACIÓN: Wikiloc.


Ermita Nuestra Señora de la Salud.

Rueda o Noria de Alcantarilla.
Plaza Cayitas. La bruja de Alcantarilla junto a una vieja chimenea de la industria conservera.

martes, 28 de marzo de 2017

Gran ruta del río Segura. Etapa 5: Letur-El Cañar

Ains, qué pena me da abandonar Letur tan pronto. Me ha cautivado la tarde que he pasado entre sus calles, fuentes, gentes... Pero la travesía exige avanzar. Como el agua: si se queda estancada se pudre. Así que, como siempre, a madrugar y en marcha.
Caminando entre cultivos.
Tras desayunar en uno de los bares del centro me dirijo a la calle Molinos. El camarero me ha comentado que la salida hacia Férez es por aquí. En unos minutos he salido de los corrales donde se guardan los novillos elegidos para las fiestas de la localidad, y accedo a un camino de tierra.
De repente empiezo a ver marcas de GR, pero da igual el giro que dé o por qué sendero me meta: en todos hay marcas. Es imposible que todas correspondan a un mismo sendero de gran recorrido, y no sé exactamente a qué responderá tal profusión, pero me alegro mucho de no estar haciendo uno, porque estaría completamente desorientado.
Estos parajes son conocidos como Era del Rosal, pero el caso es que estoy dentro de un laberinto de caminos, de modo que aprovecho que pasa un coche con propietarios de alguna finca cercana para preguntarles cómo salir de allí. Las vagas indicaciones que me dan son suficientes, y milagrosamente consigo avanzar, pero sigo en pleno corazón de una maraña de posibilidades enorme. Las guías y mapas que llevo no me sirven, bien porque las descripciones no son nada detalladas, bien porque los planos no tienen la suficiente escala.
Viejo arco en el coqueto caserío del Molino de la Mora.
Logro dar con el camino de servicio de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (MCT), y tras varios avatares y discrepancias internas decido tirar pa'lante y continuar por él, resultando un acierto pleno: a pesar de no coincidir con mis mapas, me lleva exactamente donde se supone que tenía que dirigirme, muy cerca de La Abejuela, una aldea próxima a Férez.
No podré expresar con suficiente énfasis el enorme alivio que sentí, porque me costó más de 2 horas hallar mi camino, y hasta me había planteado regresar a Letur... si es que lograba dar con el camino.
Y si sentirte perdido causa desasosiego, verificar que por fin vas por el camino correcto genera una bendita sensación de alivio. Ahora sí cuadran las descripciones con los planos, y llegar a Férez se convierte en un paseo. Antes pasaremos bajo el arco del acueducto del Molino de la Mora, una delicia de lugar.
Férez no me ofrece un gran atractivo, sinceramente. Almuerzo en uno de sus bares y callejeo brevemente por sus calles hasta salir del pueblo buscando Socovos. Preguntados por cómo ir a la vecina población, los parroquianos del bar se han enzarzado en una enérgica (pero amable) discusión sobre si debo tomar tal o cual camino. Mal que bien consigo enterarme de qué salida debo tomar, ya tiraré de orientación cuando llegue el caso.
Casa Roja, una sorpresa oculta en el bosque.
Pero, como hoy es el día de los pasos perdidos, no tuve otra opción que volverme a extraviar. En mi defensa diré que las roturaciones que acosan esta zona difuminan los caminos. Después de subir alguna que otra cuesta recuperé el sendero y llegué a Socovos.
La solitaria población me dio una fría impresión al estar casi desierta. Era un día de semana, compré algo para comer y luego cenar, pegué un bocado y visité el Castillo de la Encomienda.
Pero empezó a llover y tuve que refugiarme bajo la marquesina de una parada de autobús y ponerme mi chubasquero. En lo que tardé cesó la lluvia y decidí salir para llegar al punto final lo antes posible. Debían ser un par de horas, pues son 11 los kilómetros que me separan.
La salida de Socovos se hace, siguiendo la guía de Pepe Tárraga, por la Loma de las Fuentecitas, el Calvario y el Camino de Hellín. Es muy agradable, pues estamos subiendo agradablemente un camino de tierra en una pequeña sierra, y lo hacemos a punto de lluvia, refrescados y con una gratísima sensación en el cuerpo. Un cómodo descenso hasta que cruzamos una carretera local para seguir entre almendros un par de kilómetros.
Llovizna, y debo tener cuidado con algunos pasos bastante embarrados en los que estoy a punto de caer. No me apetece nada pegar un costalazo, la verdad. Sé que éste es un desvío que no se toma gratuitamente, y se me hace largo alcanzar la meta, que no es otra que la Casa Roja, una majestuosa casona plantada en medio del campo. Es estupendo contemplarla, siempre con la extraña sensación que causa la pesada soledad, esa melancolía que se imprime en uno al ver la decadencia de un lugar que, décadas atrás, debió tener una vida e importancia muy notables.
Precioso entorno a media tarde cerca del Embalse del Cenajo.
Lo cierto es que la casa se encuentra en muy buenas condiciones, y, según me dijo una de las dueñas del Centro Turístico El Cañar, donde dormí esa noche, un familiar suyo la había comprado hace bien poco con la idea de restaurarla, no sé si con fines turísticos, lo que podría ser su salvación.
Respecto al bosquete de robles anunciado en la guía, preferí dejarlo para otra ocasión, pues estaba bastante cansado y amenazaba lluvia. Así que continué subiendo una cuesta que se me pegó más de lo conveniente, saliendo a la carretera que previamente había cruzado unos kilómetros atrás y enfilé a mi destino, con muy buenas vistas en los tramos altos.
Una hora más tarde, pasada la aldea de El Cañar, arribé al Centro Turístico, donde me esperaba una cabaña que había reservado y un perro muy juguetón. El recinto es precioso y está muy bien cuidado. Situado en las inmediaciones del Embalse del Cenajo, con una destacable limpieza en el ambiente (¡daba gusto respirar!), ofrece una propuesta muy interesante en un entorno natural, y aunque no exclusivamente, parece especialmente adecuado para familias con niños.
Yo tuve una muy buena estancia, y tengo el lugar como una buena opción para pasar algún fin de semana.
En lo que respecta a la ruta, estamos a muy pocos kilómetros de entrar en la Región de Murcia, pero eso será mañana.

FICHA TÉCNICA:
FECHA DE REALIZACIÓN: 20 de octubre de 2016.
RECORRIDO: Letur-Eras del Rosal-Molino de la Mora-Férez-Socovos-Loma de las Fuentecitas-Casa Roja-Carretera de El Cañar-El Cañar.
DISTANCIA TOTAL: 24 kms. (aproximadamente).
TIEMPO: 7 horas, debido a las grandes dificultades de orientación entre Letur y Férez.
DESNIVEL: ---
DIFICULTAD: Baja.
DE INTERÉS: La salida de Letur por las Eras del Rosal; el arco del Molino de la Mora; Férez y Socovos; la Casa Roja; el Centro Turístico El Cañar.
MÁS INFORMACIÓN: 'Excursiones por el río Segura y sus afluentes. Primera parte'. Ortiz Martínez, Ángel; Giménez Martínez, Lázaro (Ed. Natursport, 2000); 'La gran ruta del río Segura'. Tárraga Poveda, José (Coleccionable por fascículos con La Opinión, 2007).

lunes, 20 de marzo de 2017

Ruta de los Ballesteros (Coy)

Rincón típico en Coy.
¿Sabéis esa sensación de estar haciendo una ruta en la que cada paso que das tienes que parar para hacer una foto porque la perspectiva es invariablemente mejor, mejor, mejor? ¿Os ha pasado que, cuando os aproximáis al punto de partida de la excursión elegida, el propio trayecto en coche ya os ha compensado de sobra el madrugón porque ofrece paisajes increíbles?
Estoy convencido de que a muchos os habrá ocurrido, así que podréis imaginar mi entusiasmo cuando arribé a la pedanía lorquina de Coy para hacer unos hermosos 20 kilómetros entre campos y montes.
No es la primera vez que visito esta pequeña población para hacer senderismo. De la última ya hará un año y medio, y aún tengo en la recámara, al menos, otras dos salidas por la zona.
Vuelvo a preguntaros -ahora retóricamente-: ¿acaso no tenemos todos ciertos lugares por los que sentimos una debilidad especial? Los míos son numerosos, afortunadamente. Entre ellos, además de Coy, están la cercana Zarzadilla de Totana, Tallante, Casas Nuevas, Mula, Cehegín, Ricote... Por supuesto que sí, todos guardamos predilección a determinados lugares.
Coy desde las afueras.
Por eso volvemos invariablemente. Unas veces tardamos más de un año, otras unas pocas semanas.
Así que antes de llegar a Coy ya estaba fuera del coche en plena carretera MU-504 (la que va desde la Autovía del Noroeste hasta Doña Inés, La Paca, etc.) junto a una granja haciendo fotos de la pradera que se abría a mis ojos.
A las 7:40 ya estaba aparcado junto al albergue de Coy. Tocaba seguir los azulejos verdirrojos que marcan la Ruta de los Ballesteros y que nos sacan del núcleo urbano, pasando junto a la Iglesia de San José, la fuente de 3 caños y la calle Noguera Bana.
Durante unos cientos de metros caminamos por el Camino de la Cruz del Campo de Cartagena, que nace en Los Dolores de Cartagena para llegar a Caravaca pasando por La Aljorra, Fuente Álamo, Totana, Zarzadilla de Totana, Avilés, Coy y La Encarnación.
Enseguida lo dejamos para alejarnos de la civilización e introducirnos en el campo entre viñedos, almendros y cereales de brote reciente. Ahora las señales son hitos de cemento clavados en el suelo, rojos y con flechas direccionales. Tras rebasar una granja llegamos a una alberca con una pequeña balsa de riego en aparente desuso, pues estaba bastante seca.
Mirando al Suroeste, a tierras de frontera entre Lorca y Caravaca.
En lo alto del Cabezo del Carretón, que emerge a mi derecha, veo a un hombre que parece estar preparando su puesto de caza (más tarde se oirán bastantes tiros que parecen proceder de ahí).
Al rebasar el promotorio entramos en el T. M. de Caravaca de la Cruz, y es aquí donde colma la fiesta verde: una llanura alfombrada de un verde impecable bajo un cielo azul profundo, moteado de leves nubes blanquecinas y con la guinda del piar y revolotear de pajarillos cercanos, que se mezcla con el graznido de alguna rapaz a media distancia. Todo regado con esa  celestial luz amarilla de las 8:30 h.
Antigua alberca, balsa de riego y caseta.
La felicidad la conozco en forma de instantes fugaces. No recalan ni puedo retenerlos para recrearme en ellos, pero se hacen notar para que uno tenga la certeza de su existencia y el recuerdo nebuloso de un millar de momentos así. De ese modo, al ser "tocado" por uno de ellos lo reconozco al vuelo. Para mí, la conjunción que descrita en el párrafo anterior supuso uno de esos gratificantes tesoros.
A la izquierda el Cortijo de los Ballesteros, junto a la carretera por la que venía hace una hora escasa; al frente, la Cañada de los Altos, un bosquete al que se dirigen nuestros pasos. Pronto quedarán atrás los prados verdes y comenzará una leve ascensión por una pista forestal.
Las vistas hacia el Sur son muy bonitas. Avanzamos rápidamente, salvando algún corto repecho y alcanzando la doble cumbre que se alza a la derecha: Mayor Alto (más cercano a nosotros) y Mayor Bajo. Sin darnos cuenta hemos abandonado tierras caravaqueñas para pisar terreno de Cehegín. Apenas quedan unos metros para que la subida se convierta en agradable descenso.
Soberbios campos de cereales.
Cambiamos el rumbo en una encrucijada; la reconozco porque por aquí discurre el PR-MU 14 Burete-Hoya de Don Gil (hoy deshomologado), que tuve ocasión de realizar en 2013. Ahora, ya en el Camino del Reventón, el descenso se hace algo más pronunciado; pasaremos por una fresca umbría y llegamos a la Cortijada de los Ballesteros Viejos, que son tres edificios en distinto grado de ruina que representan a la perfección el estilo sobrio de las construcciones campestres del lugar.
Abajo existe una surgencia de agua, y aunque no tiene nada de bonito, cualquier acumulación de agua en la Región de Murcia, por humilde que sea, merece parada, foto y mención en este blog, jejeje.
Estamos al otro lado de los prados que vimos a la ida, y tras un requiebro cruzamos la rambla que nos viene acompañando desde el manantial y la cortijada. Continuamos hasta el tercer camino, donde giraremos a la derecha. Es importante esta referencia, pues el hito que se instaló en este cruce ha caído, víctima de los avatares tractoriles que pululan por estas tierras de labor.
Cortijada de los Ballesteros Viejos.
Y es que hemos vuelto a terrenos de almendros. El camino que ahora sube está circundado por ellos, y las flores asemejan palomitas de maíz. Las ramas parecen haber sido cubiertas de algodón. La floración del almendro y el melocotonero es un espectáculo digno de ver, y Murcia es tierra en la que abundan estos frutales.
En breve cruzaremos de nuevo la frontera para volver a los dominios de Lorca, y en media hora escasa me encuentro en el Bar Julián tomando una caña y unos buñuelos que me sientan de miedo.
¿De verdad he hecho 20 kilómetros? La pregunta me la hago en serio, e incluso reviso el plano para ver si me he confundido. Pero lo cierto es que he caminado casi 5 horas, con innumerables paradas para tomar fotografías y recoger desperdicios (se trata de la iniciativa #retoselfclean; podéis ver de qué se trata en este enlace).
Sí, han sido 20 kilómetros, pero ni siquiera estoy cansado, y he disfrutado tanto que voy a proponer a mi grupo de senderismo volver el próximo sábado para hacer la Ruta del Carretón (la hermana pequeña de ésta): 12 kilómetros entre almendros y cereales que obvia el tramo de monte, pero que hará más ameno el paseo en grupo.

FICHA TÉCNICA:
FECHA DE REALIZACIÓN: 11 de marzo de 2017.
RECORRIDO: Coy-El Hondo-Puerto de los Carretones-El Mayarico-Cañada de los Altos-Morra Pérez-Ballesteros-Camino del Reventón-Cortijada Ballesteros Viejos-Rambla de Ballesteros-Camino del Pozo-El Tejar-Coy.
DISTANCIA TOTAL: 19'6 kms. (aproximadamente).
TIEMPO: 4 horas y media, tranquilamente.
DESNIVEL: 390 m (aproximadamente).
DIFICULTAD: Baja.
DE INTERÉS: Coy, una pedanía encantadora; los preciosos campos de cereal; la alberca junto al Puerto de los Carretones; el camino entre pinos hacia los cabezos Mayor Alto y Bajo; la Cortijada de los Ballesteros Viejos con su manantial; los campos de almendros.
MÁS INFORMACIÓN: Ruta de los Ballesteros en pdf.

Cortijada de los Ballesteros Viejos. Detalle.
Humilde manantial de la Cortijada de los Ballesteros Viejos.
Floración del almendro.
Momento #retoselfclean.
Coy desde dentro. Un lugar auténtico.

jueves, 16 de marzo de 2017

#retoselfclean: por un monte limpio

A todos nos pasa: salimos de ruta por el monte y no importa lo recóndito e inaccesible del rincón donde vayamos a ir a parar: siempre aparece una bolsa de patatas, una lata, un pañuelo o una litrona que blasfema contra la reverencial santidad que merece la Naturaleza.
Últimamente he cruzado lo que, para mí, suponía una gruesa línea, pasando del enfado y la queja -propios de la impotencia ante un problema tan extendido- a la acción modesta y humilde, (aquella de la que soy capaz como individuo), y en mis dos últimas salidas en solitario he empezado a recoger parte de esa basura.
La pereza o la pulcritud que en un momento dado me había detenido la he transformado en orgullo por hacer algo que es incontestablemente conveniente. Recoger la basura que dejan otros para depositarla en un contenedor al finalizar una ruta no debe suponernos ningún complejo, sino justo lo contrario: ha de constituirnos en ejemplo a seguir.
En una de mis salidas recogí una bolsa llena de basura.
Y no digo esto desde una vanidad que pida reconocimiento social, sino desde la humildad que solicita, que ruega ser escuchado para conseguir, con el esfuerzo de todos, unos montes libres de desperdicios, no tanto por la recogida (evidentemente imprescindible) como por medio de convencer a la sociedad del respeto y veneración que merecen todos los espacios comunes, máxime en entornos rurales.
Esa sensibilización debe centrarse, sobre todo, en las generaciones de niños y jóvenes. Los adultos, por desgracia, solemos estar infectados del virus del orgullo, que dificulta hasta el extremo que admitamos un error propio. Por supuesto, no hay que desistir en el intento, pero en muchos casos son vicios adquiridos de muy difícil extirpación. Quizás consiga más la inocencia de un nieto que haya aprendido que los papeles no se tiran al suelo poniendo en evidencia a su abuelo, acostumbrado a hacerlo, que si viniera un veinteañero a darle lecciones de ética y civismo.
Mi proceso personal en cuanto a la percepción del asunto se sitúa en un punto en el que, cuando veo basura tirada por ahí, no siento tanto enfado como antes; ahora es pena lo que llega a mi alma. Pena por el entorno mancillado, y pena por aquéllos que lo han propiciado, quienes carecen de todo principio de respeto, civismo, empatía o sensibilidad hacia el medio natural.
Comprometidos. Fotografías por cortesía #retoselfclean
Mucho me temo que quien es capaz de arrojar basuras a discreción puede encajar en alguna de estas patologías: o es un egoísta que desprecia todo lo que no le pertenece, o sencillamente no tiene suficiente capacidad intelectual para comprender el perjuicio que provoca semejante actitud (para éstos hay más esperanza que para los primeros).
Resulta lamentablemente significativo que yo, como un senderista cualquiera, haya decidido incorporar a mi mochila un paquete de bolsas de basura. Por eso urge decir que yo -repito, una persona cualquiera-, mientras camino 20 kilómetros una mañana, tengo tiempo, capacidad y ganas de llenar una bolsa con desperdicios ajenos que otros consideraron que no importaba dejar abandonados.
Pero no se trata de humillar ni culpabilizar a nadie, sino de mostrar que una actitud generosa y respetuosa es perfectamente posible. Sin reproches. Lejos debe quedar toda intención de confrontar; hay que procurar atraer con la fuerza irresistible de la razón. La victoria está asegurada, sólo tenemos que persistir y cargarnos de paciencia.
Porque si la Región de Murcia pretende vender excelencia turística, está moralmente obligada a poseerla. Y me consta que se hace, pero seguir fomentando campañas de educación ambiental en colegios e institutos, así como convocatorias participativas y amenas in situ son medidas excelentes para continuar promoviendo esa sensibilización. Como todo lo relativo al progreso social, el camino es arduo pero imparable; inexorable.
Concienciando desde el principio. Foto cortesía #retoselfclean
Recientemente he sabido de una iniciativa inspiradora. Se trata de compartir en redes sociales, como usuarios del monte y la naturaleza (senderistas, ciclistas, escaladores, corredores, etc.) nuestros selfies o fotos recogiendo algún elemento olvidado por otros. Algo simbólico que sirva para mostrar que, frente a un problema de carácter social, existimos como una suerte de ejército de salvación dispuesto a reparar el daño ocasionado.
No se pide acudir al monte en zafarrancho de limpieza -aunque iniciativas puntuales estén bien para dar visibilidad a la cuestión, lo cierto es que es algo que compete a determinados estamentos públicos-, el servicio que hacemos con estos selfies es mostrar a la gente que dejar basura tirada es algo vergonzoso que la sociedad empieza a penalizar cada vez con mayor exigencia.
Por todo ello, invadamos las redes sociales con la etiqueta #retoselfclean, convirtámonos en parte activa de la solución de un problema profundamente arraigado en la ciudadanía para que las generaciones presentes y futuras cuiden mejor el entorno natural, y que no lo hagan por cumplir las normas, sino por atender al sentido común.
Aquí tenéis las distintas plataformas digitales de los ideólogos del movimiento: Reto Selfclean en Facebook, Instagram y Twitter.

lunes, 13 de marzo de 2017

Fuente Caputa, el abrevadero romano

Había pasado exactamente un mes. Diversas actividades, quedadas y compromisos imposibilitaron que los miembros de Desvelando el senderismo hicieran de las suyas. Nuestra última salida fue a Carrascoy (aquí), y ya teníamos mono.
Punto exacto de inicio de ruta.
De las muchas opciones que barajaba me decidí por ir a Fuente Caputa recorriendo la Rambla de Perea. Ya la había hecho en solitario en diciembre de 2014 y me gustó mucho. Además, es bastante llana, lo que hacía que la ruta se caracterizara más por la contemplación que por el esfuerzo físico.
Así que a la convocatoria acudimos hasta 10 personas. Debieron ser 12, pero sendos accidentes tienen en barbecho a dos de nuestros compañeros. Los esperamos pronto.
Un nutrido grupo -incluidas un par de nuevas incorporaciones- nos dirigimos a la pedanía muleña de Yéchar para merendarnos los 14 kilómetros que teníamos previstos.
Por la carretera a Fuente Caputa nos desviamos a la izquierda a la confluencia de la Rambla de Perea, donde aparcamos. Primera sorpresa, la rambla trae agua, ¡y mucha! Tanto es así que se hace imposible el tránsito por ella, así que subimos la trinchera para avanzar por un huerto de limoneros.
Preciosas tonalidades de la mañana.
Pero enseguida bajamos al cauce y continuamos con destreza, procurando no mojarnos. No pudo ser, me metí en el agua hasta los tobillos (inconvenientes de ir el primero, jeje). No importa; de hecho esta primera parte fue de lo más divertida, aunque pronto abandonamos el agua (se incorporaba a la rambla desde una canalización externa) para transitar un bonito paso de roca, siempre entre bancales de cítricos.
El siguiente punto de interés es "La cueva", un par de casas cueva enclavadas en un abrigo rocoso. La estampa es muy llamativa y le dedicamos un rato a olisquear. Nos sorprende comprobar que, a pesar de estar deshabitadas, mantienen un razonable buen estado, además de conservar bastantes enseres propios de cualquier hogar, aunque, eso sí, algo maltratados. Al frente avistamos otra cavidad grande destinada a corral para el ganado.
Llegamos a unos grandes eucaliptos donde se ubica otro caserío. Me quedo rezagado haciendo fotos, mientras mis compañeros han decidido, por unanimidad, subir el camino que se eleva hacia la izquierda. Toca silbarles para que retrocedan, ya que el camino correcto baja al cauce de la rambla pasando junto a los citados eucaliptos. Me encantan estas situaciones: podré cachondearme (amable, pero inmisericordemente) un buen rato a costa de ellos, jejeje.
La Cueva.
De repente estamos inmersos entre cortados rocosos. Los vemos plagados de arneses para escalada. Hoy no hay nadie, pero en mi primera visita me llevé un buen susto, pues yendo de ida había un chico haciendo la pared. Al rato, ya de regreso, oí un fuerte alarido y pensé que se habría caído. Corrí, con el pasmo en el cuerpo, pero al llegar allí estaba, tan tranquilo; había gritado por la rabia de haberse descolgado casi al final de la ascensión. El jodío me subió la tensión por lo menos 3 puntos, jajaja.
Giramos a la izquierda, pasando ahora junto a un viejo azud y subiendo levemente hasta alcanzar la carretera de servicio de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (MCT), continuando por ella un breve tramo, hasta que la soltamos para llegar, por fin, a Fuente Caputa, cuya primera poza se encuentra bajo la atenta mirada del alto acueducto del Taibilla.
Bajo los cortados (by Carroza).
Esta escena es maravillosa. En una tierra tan seca como la murciana, un oasis como el que contemplamos proporciona una sensación difícil de expresar. Varios de los presentes no conocían el lugar. Aquí me siento especialmente gratificado: de algún modo me adjudico la responsabilidad de ofrecer la experiencia de un lugar a estos viajeros de bota.
Detengámonos un instante para hacer algún comentario acerca de este enclave, Fuente Caputa, de gran importancia histórica al ser una encrucijada natural y lugar de parada obligatoria en las peregrinaciones transhumantes que traían y llevaban el ganado de unas comarcas a otras. En las cercanías, además, se hallan restos de una villa romana de cierta entidad, datada entre los siglos I y II d. C. También los hay de una presa de la misma época y civilización (que tengo pendiente de localizar). El topónimo "Caputa" viene del latín caput aquae, que significa fuente del agua. Esto hace que Fuente Caputa venga a traducirse como "Fuente de la Cabeza del Agua". Un nombre precioso.
Cerramos el breve paréntesis didáctico, pues aún resta un kilómetro hasta la poza superior -más pequeña- y el nacimiento de Fuente Caputa, pocos metros más arriba y sin un interés reseñable. Se propone volver al coche por carretera. Personalmente no me agrada la idea, pues es una pena sustituir el precioso recorrido de ida por un trazado mucho menos atractivo (lo único interesante son las vistas al Sur que obtenemos por un buen rato).
Fuente Caputa. Poza grande y acueducto (by Carroza).
Como buenos demócratas, respetamos por la decisión mayoritaria, y en una hora hemos llegado a los coches siguiendo la carretera. Volvemos a Yéchar, y en el bar "La Catedral" (llamado así en honor al estadio del Athlétic de Bilbao, lo que no deja de ser curioso en un lugar tan recóndito y alejado del País Vasco) nos dedicamos un almuerzo bastante digno.
He tenido esa gran sensación de volver a realizar una ruta que me encantó en su día, y encontrarla incluso mejor que la primera vez.

FICHA TÉCNICA:
FECHA DE REALIZACIÓN: 5 de marzo de 2017.
RECORRIDO: Cruce camino con Rambla de Perea (ver punto exacto en el track de Wikiloc)-"La cueva"-caserío y eucaliptos-cortados-azud-carretera servicio MCT-acueducto y pozas-Fuente Caputa-Cañada Real de Calasparra (carretera). 
DISTANCIA TOTAL: 13 kms. (aproximadamente).
TIEMPO: 3 horas y media.
DESNIVEL: 130 metros (aproximadamente).
DIFICULTAD: Baja.
DE INTERÉS: Toda la ida, sin excepción.
MÁS INFORMACIÓN: Sobre la ruta: Wikiloc. Fuente Caputa. Las fuentes del agua eterna es la entrega número 9 del coleccionable Guía de Senderismo. Rutas por el agua en la Región de Murcia, firmado por Pepe Tárraga (toda una institución en esto del senderismo) y publicado con el diario La Verdad entre 2013 y 2014.
Sobre Fuente Caputa: En el recomendable libro "Rutas por las Sierras de Ricote y del Oro (Quijada Guillamón, Héctor Manuel; Castaño Molina, Jesús. Natursport, 2014) hay un par de cuadros breves en las páginas 139 (La villa romana de Caputa: "Caput Aquae", firmado por Jesús Joaquín López Moreno) y 141.

Fuente Caputa. Poza chica.
Foto de familia junto a la poza chica (by Quique).
Foto de familia en el primer tramo (by Miguelito).
Línea de eucaliptos.
Panorámica desde el camino de servicio de la MCT con la Casa de Perea en el centro.

jueves, 9 de marzo de 2017

Desvelando el senderismo

El senderismo es una actividad muy gratificante por muchos motivos: el ejercicio físico moderado proporciona un estado de ánimo óptimo; la contemplación del entorno natural es una preciosa caricia al alma; la desconexión de la rutina y del medio urbano se convierte en terapia balsámica para la recarga de nuestras baterías. En definitiva, que debería ser prescrito como medicamento para nuestro bienestar físico y anímico.
Cima de los Obispos (Revolcadores). Pepe, Bona, Raquel, Mari Paz, Leo, Quique y José Carroza.
Yo, que casi siempre lo he realizado en solitario, llevo algo más de un año haciendo salidas con un grupo de amigos que va de 3 a 10 personas por excursión. Como soy el que lleva más tiempo en esto y conozco bastantes rutas, suelo ser yo quien las elige, haciendo las veces de pastorcillo 😝.
Hemos realizado ya unas cuantas en las que vamos variando lugares, combinando montaña y campo, y hasta hicimos en un fin de semana las dos últimas etapas del GR 7 murciano (ver aquí y aquí).
Rambla Perea: José Galleta, Juan Fran, Sebas, Luis, Quique, Raúl, Miguelito, Mari Paz y Bona (foto de José Carroza).
Me sigue encantando salir solo; no puedo negarlo, me fascina descubrir lugares nuevos, y hacerlo a mi ritmo, a mi estilo, a solas con mi entusiasmo y concentrado para captar todos los detalles que pueda.
Pero la vida está llena de pequeños regalos que uno puede desenvolver si presta un poco de atención para reconocerlos. ¿A qué me refiero? Pues a que a menudo evité la compañía, creyendo que me iba a saturar (soy un solitario empedernido), pero me he dado cuenta de todo lo contrario: no sólo la tolero sino que ahora la deseo, convirtiéndose estas salidas grupales en todo un acontecimiento para mí.
Pico de la Pila: Quique, Pepe y Bona.
Como es lógico, el círculo que forma esta pequeñísima comunidad comenzó con los más allegados (algún familiar y unos cuantos amigos de toda la vida). Poco a poco se está ampliando, y unos vamos trayendo nuevos compañeros.
De momento rondamos las 25 personas, aunque nunca hemos salido todos a la vez.
El secreto, sin duda, está en el inmejorable ambiente que existe entre todos nosotros. Esto lo achaco a la misma razón de la que considero que se nutre el Camino de Santiago, donde uno puede vivir el mágico buen rollo que impera entre los peregrinos. Esto debe ser, entre otros motivos, porque todos los que acuden, sea cual sea su motivación, están en el lugar y momento que desean, lo que ayuda bastante a que la disposición previa sea más que favorable.
Peña Rubia (Zarzadilla de Totana). Quique, Bona y Pablo, nuestro miembro cacereño.
Aquí es -a escala menor- lo que viene a suceder en nuestros encuentros, pues llegamos al domingo deseando disfrutar de la ruta escogida. Ha habido muchos momentos impagables y ni uno sólo amargo.
Personalmente me satisface mucho poder mostrar muchos de esos lugares de la Región de Murcia en los que me he sentido un privilegiado al poderlos admirar en soledad. Es una especie de sensación paternal, como si estuviera desvelando un buen secreto a alguien de confianza. Compartir es de lo más grande que se puede llegar a hacer, recogiendo por ello una buena recompensa en forma de satisfacción.
Y no olvidemos los almuerzos con los que solemos poner la guinda a la mañana. Bullas, Barranda, Sangonera la Verde, las ventas del Puerto de la Cadena y del Garruchal, entre otros, nos han repuesto del esfuerzo físico a base de pan, vino, cerveza, habas y demás delicias.
Senda Bonita: Juan Fran, Bona y Quique (foto de José Carroza).
Majal Blanco, Valle Perdido, Puerto de la Cadena, sierras de Carrascoy, Espuña, Ricote y la Pila, Revolcadores, Columbares, Mamellones, Zarzadilla de Totana, Venta del Pino, Fuente Caputa o Moratalla no son más que un preámbulo de lujo a todo lo que está por venir.
¿Por qué nos llamamos "Desvelando el senderismo"? Una broma tonta que surgió en una de nuestras primeras salidas. En realidad no tenemos nombre, pues ni estamos federados ni constituidos como club. Sólo un grupo variado que queda para salir a caminar.
Invitado queda todo el que quiera unirse a nosotros. Aseguramos una buena ruta, mejor compañía y un ambiente inmejorable. Para repetir. Garantizado.
Pico de la Selva (Sierra de Pedro Ponce): Quique, Bona, Pepe y José Carroza.
Carrascoy: Bona, Sebas, Quique (delante), Luis, José Carroza, Mariano y Pepe.
Sierra Espuña: Javi, Carroza, Leo, Juan Fran, Miguelito, Luis, Miguel Ángel, Quique, Bona y Pablo (foto de Javi).
Cañada de la Cruz, tras acabar nuestro GR 7: Javi y Luis (Senderos GR), Miguel Ángel, Carroza, Quique, Bona y Juan Fran.

lunes, 6 de marzo de 2017

Ruta de la Cingla (Jumilla)

Olmeda en La Alquería. Punto de inicio de la ruta.
Fue una casualidad; hará un año y medio que encontré en una oficina de turismo varios folletos de otras tantas rutas senderistas. Habían de Puerto Lumbreras, Mazarrón, Alcantarilla... y Jumilla. Por supuesto, me llevé todos. Pero las de Jumilla me atrajeron especialmente: El Carche y la Cingla. La primera, una de las sierras importantes de la Región de Murcia (aún en mi lista de tareas pendientes, de este año no pasa hacer cumbre); la segunda, toda una desconocida para mí.
Muchas veces he flirteado con esta ruta, pero al final siempre escogía otros destinos igualmente interesantes: Pedro Ponce (Zarzadilla de Totana), Sierra de la Pila, Coy, Mazarrón, etc. Por fin, el viernes 24 de febrero fue el día D. En cuando salí de trabajar, a las 12:00 en punto, conducía mientras me almorzaba un bocata para no perder tiempo en parar a comer.
Cenotafios junto a la Casa de las Siervas.
Llegar a La Alquería (pedanía jumillana desde donde parte esta ruta) es muy sencillo. Si vamos desde Murcia tenemos que pasar Jumilla por la circunvalación en dirección a Yecla. A menos de 10 kilómetros, pasado un polígono industrial, encontraremos el cartel del caserío. Una vez en él aparcamos junto a la olmeda y nos disponemos a comenzar.
El folleto que usé para la ruta está editado por la Concejalía de Turismo de Jumilla en 2004. Es un desplegable con un buen mapa, de esos que a los fetichistas del senderismo (hoy llamados frikis) nos gusta atesorar en nuestros archivos.
Pero antes de empezar tuve tiempo de extraviarme un par de veces, errando el camino y perdiéndome entre vides y almendros. 2 kilómetros y media hora más tarde, de regreso a La Alquería, por fin encontré la salida correcta. Perderse en una aldea diminuta dos veces es de esas cosas que hacen que uno se sienta un poco tonto, jajaja. En fin, mejor tomárselo con humor (y cierta resignación 😆).
Ya he localizado el punto de partida: la olmeda, de la que sale una carreterita a la derecha (hay carteles indicativos). En unos segundos hemos abandonado las casas y ya no pisamos asfalto, sino tierra. Caminamos en un espacio diáfano, de marcado secano. Contemplamos la solana de las sierras que vemos al frente, caracterizadas por la casi ausencia de arbolado, estando pobladas de arbusto y esparto. Esto es casi ley en la Región de Murcia: el Sur, una solana de escasa vegetación; el Norte, umbría con grandes manchas arbóreas, sombrías y de cierto grade de humedad...
Peñarrubia. Abajo la Casa del Barranco, y sobre ella los Abrigos del Buen Aire, con pinturas rupestres.
Nos unimos a una rambla (la del Bonaire) que pronto nos abandona por la izquierda. De repente visualizamos lo más llamativo de esta ruta. Peñarrubia es una alargada pared vertical de roca elevada sobre una falda que asemeja una alfombra color verde, de ese verde apagado propio del esparto. La escena es fantástica: a lo lejos, como un pétreo buque fantasma, emerge sobria, soberbia y altiva. Su peculiar configuración la hacen de lo más atractiva.
Tan absorto quedé admirándola que casi me pasaron desapercibidos dos cenotafios a pie de camino. Y hubiera sido imperdonable, tengo especial debilidad por estos pequeños monumentos. Me atrae mucho su significado, el cariñoso y familiar recuerdo de alguien querido vinculado al lugar. Uno de los que aquí se ubican, de hecho, homenajea al que fuera guarda en estos montes.
Justo aquí comienza una mínima subida que nos va a situar en el punto con mejor panorámica de Peñarrubia. Estamos sobre el Barranco del Bonaire. Vemos las ruinas de la Casa del Barranco, y sobre ella adivinamos dos alargadas cavidades protegidas por sendos enrejados. Se trata de los Abrigos del Buen Aire, y albergan pinturas rupestres que, como tales, son Patrimonio de la Humanidad.
Viñedos. Al fondo el parque eólico.
Da gusto recrearse aquí, hacer fotos, sacar los prismáticos y escudriñar cada rincón de las paredes y alrededores, o imaginar hasta dónde nos llevan los múltiples caminos de servicio que se entrelazan entre sí a nuestros pies.
Es hora de continuar. Pronto cambiará el paisaje, siendo sustituido por la Sierra de la Cingla, que nos quedará a la derecha. En lo alto, como vagones de tren, se alinean riscos pelados. Entre ellos y nosotros, un tupido bosque de pino, lentisco, coscoja y demás elementos típicos del bosque mediterráneo.
A nuestra izquierda se abre un balcón desde el que contemplamos una breve llanura cultivada de vides y almendros, con alguna mancha de cereal. El Cerro Cantero y el Cerro González cierran el paisaje a poca distancia. Un par de canteras afean las vistas; más atrás, en las Lomas de los Lobos y la Sierra de los Gavilanes, decenas de molinos de un par de parques eólicos enmarcan el horizonte.
El camino forestal se hace algo anodino. La verdad es que son varios kilómetros insulsos. Poco a poco recorro su umbría hasta que La Cingla comienza a decaer. A la izquierda aparece un camino que se acerca a una vieja casa forestal. Paso de largo con la intención de visitarla a la vuelta.
Peñarrubia.
Pero no va a poder ser. Tras dar la vuelta un kilómetro más adelante tomo un camino que sube, ahora a la izquierda. Decido investigar un poco, pensando que es el que sube a lo alto de la sierra. Pero lo cierto es que es un sendero que la recorre a media altura, así que me lo tomo como un regalo: me voy a ahorrar unos kilómetros de pista forestal para caminar por una divertida senda.
Las vistas mejoran con estos pocos metros que se eleva sobre el camino de ida. Al final caeremos sin remedio en él, pero a un cuarto de hora escaso de Peñarrubia. Aquí vuelvo a dedicar unos minutos a hacerle algunas fotos. El cambio de luz (son casi las 17 h.) invita a ello.
Está a punto de finalizar la ruta. Ya en La Alquería paseo un rato por sus calles, destacando la Ermita de San José como elemento de mayor interés arquitectónico del poblado.

FICHA TÉCNICA:
FECHA DE REALIZACIÓN: 24 de febrero de 2017.
RECORRIDO: La Alquería-Rambla del Bonaire-Casa del Barranco-Pista Forestal de la Cingla-vuelta por sendero umbría de la Cingla-pista forestal-Casa del Barranco-Rambla del Bonaire-La Alquería.
DISTANCIA TOTAL: 18 kms. (aproximadamente).
TIEMPO: 4 horas, sin prisas.
DESNIVEL: 150 m (aproximadamente).
DIFICULTAD: Baja.
DE INTERÉS: La Alquería; Peñarrubia; los Abrigos del Aire y la Casa del Barranco; caminar visualizando los campos de cultivo; el pequeño bosque en la umbría de la sierra.
MÁS INFORMACIÓN: Wikiloc.